Nuestro guía turístico arriesgó su vida para ayudar a esta leona a dar a luz, pero no estaba preparado para lo que ocurriría a continuación.

Una aventura safari inesperada

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Estábamos de vacaciones para ver a los cinco grandes, pero aquello se convirtió rápidamente en un desastre.

Durante un safari, vimos a una leona muy embarazada y dolorida. Nuestro guía decidió hacerse el héroe, paró el vehículo y se bajó como si fuera una gata doméstica.

Nos asustamos cuando la leona le siseó. Pero lo que ocurrió después fue aún más impactante y puso nuestras vidas patas arriba...

Aproximación a la leona

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Jake, nuestro guía turístico, se acercó sigilosamente a la leona, con pasos lentos y decididos. "Tranquilo"

, murmuró, con las manos ligeramente levantadas como en señal de rendición. Todo el grupo de safari lo observaba con la respiración entrecortada, ya que a muchos les parecía una temeridad.

Jake estaba decidido a calmar al angustiado animal. "Te tengo", susurró, ignorando nuestras súplicas para que volviéramos al jeep.

Sus ojos estaban fijos en la leona. Mientras tanto, todos intercambiamos miradas preocupadas, preguntándonos si acabaría siendo la cena.

Valentía y miedo

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Todos permanecimos pegados a nuestros asientos, hipnotizados. Estábamos atrapados en ese momento aterrador pero mágico entre el miedo y la fascinación.

"¿Creéis que se pondrá bien?", susurró una turista, con voz apenas audible. Nadie tenía una respuesta, sólo el acuerdo silencioso de que era a la vez aterrador e increíble que Jake estuviera tan cerca.

"¿Y si...?", empezó otra persona, pero sus palabras fueron engullidas por la tensión colectiva que nos atenazaba y nos llevaba al límite.

Un gruñido ominoso

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A pocos metros de distancia, la leona enseñó los dientes con un gruñido profundo y estruendoso que me produjo escalofríos. "Retrocede, Jake"

, murmuró alguien, agarrándose con fuerza al borde de su asiento. Pero Jake seguía tan tranquilo como siempre, casi como si estuviera en trance.

Sus agudos ojos no se apartaban de la leona. Parecía debatirse entre advertirle y buscar algún consuelo desconocido.

Cada respiración suya parecía una bomba a punto de estallar.

Oferta de ayuda

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Jake no se echó atrás. En lugar de eso, se agachó, poniéndose a la altura de los ojos de la leona. "Dejad que os ayude", dijo en voz baja.

Estábamos estupefactos ante su valentía. Cada segundo parecía una eternidad mientras Jake se acercaba.

La leona pareció percibir su sinceridad y sus gruñidos se convirtieron en jadeos más suaves. Cada respiración del grupo era un jadeo colectivo, la incertidumbre se cernía en el aire.

Temíamos por Jake, intercambiábamos oraciones susurradas detrás de las manos entrelazadas, esperando un milagro.